Memoria de «El Movimiento»

Por Benjamín Naishtat

El taller Tensiones en el discurso histórico fue sumamente ecléctico y coral: lo hicimos junto al actor y dramaturgo Francisco Lumerman y la historiadora Milena Acosta. El punto de partida fue la película El Movimiento, que hice en 2015, por lo que en rigor más que un taller, palabra con la que me arrogaría alguna cualidad docente de la que carezco, fue una especie de proyección aumentada de ese film.


La película transcurre en una versión algo distópica de la Argentina de la década de 1830, y cuenta la historia de un curioso hombre político (Pablo Cedrón) que recorre La Pampa intentando refundar la nación. Al terminar la proyección, se unieron a mí Francisco Lumerman, que además de dramaturgo es uno de los actores de la película, y Milena Acosta, que como historiadora acompañó el proyecto desde su génesis, aportando la imprescindible cuota de rigor histórico. Sin presentarnos, sin preámbulo de ningún tipo, nos embarcamos en el recitado de tres textos: Francisco leyó algunos pasajes muy graciosos de las Instrucciones para mayordomos de Estancia, de Juan Manuel de Rosas, Milena leyó párrafos del Facundo de Sarmiento donde se explica porqué el rojo es un color demoníaco, y yo leí un texto donde Juan Bautista Alberdi expone a Sarmiento como alguien mucho menos serio y benevolente de lo que se nos hizo creer en la escuela primaria. En suma, un salpicado de voces bastante antagónicas de aquel tiempo en el que la Argentina era en el mejor de los casos un proyecto, una promesa en el aire. Tras esta primera parte, tajantemente decimonónica del taller o proyección, pasamos a una parte bastante más loca, en la que presenté la Teoría de la Simulación. Resulta que hay un tipo que se llama Elon Musk, sudafricano, que inventó una cantidad de cosas, los autos eléctricos, el sistema que permite pagar cosas por internet, las naves automáticas que llevan comida y agua al espacio para los astronautas, etc. Bueno, este tipo, que se hizo muy rico con todas esas cosas, este año sacudió un poco al mundo científico, al afirmar que en realidad, nuestro mundo sería una ficción. Más concretamente, Musk dice que habitamos una especie de videojuego, que es jugado en el futuro, por humanos que probablemente habitan un mundo en total decadencia ambiental, y que jugarían o recrearían nuestra realidad para dispersarse. Para llegar a esta conclusión, Musk hizo una suerte de cálculos de probabilidad, tomando en cuenta la aceleración exponencial del desarrollo informático en los últimos cuarenta años, y concluyendo que en algunos cientos de años, sin lugar a dudas, sería posible recrear todo el espectro sensorial del mundo, y poblarlo de consciencias sintéticas autónomas, o en rigor, nosotros. Cuando se dio cuenta de que eso inexorablemente pasaría, empezó a preguntarse si en realidad, esa simulación, no estaría ya sucediendo, concluyendo que hay una chance en un millón, de que este sea el verdadero presente. Esta teoría, que conjuga aspectos tipo Matrix o Blade Runner con alguna idea budista -o incluso cristiana- respecto a mundos aparentes y verdades, no deja de ser fascinante cuando la llevamos a un contrapunto con nuestra actividad -la de la puesta en escena. Recapitulando: vimos una película, hecha en 2015, que arroja una versión muy libre de la década de 1830, a la que luego opusimos al material bruto que representan los textos de Rosas, Sarmiento y Alberdi. Y luego pusimos sobre la mesa, la posibilidad de que todo (la película, Sarmiento, Rosas y Alberdi, nosotros y los presentes) perteneciera a un video-juego del futuro. La pregunta que emergió (porque lo interesante es hacerse preguntas) fue la siguiente ¿Si todo esto es una simulación, una puesta en escena, qué es lo que esa puesta en escena dice sobre ese presente verdadero -el futuro- en el que viven los demiurgos de la simulación? Haciéndonos esa pregunta -por cierto divertida- podemos quizás entender que quisimos hacer con El Movimiento, e incluso entender los roles jugados por Rosas, Sarmiento y Alberdi en la puesta en escena de este país, que no llegó a la era de Macri como por arte de magia.